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viernes, 25 de julio de 2014

Fragmento de HILLOCK PARK:





Una fábrica de algodón había prendido. Ocurrió poco después de la llegada de los trabajadores y nadie sabía cómo había empezado. Algunos que a esas horas pasaban por allí comentaron que, de pronto, se extendió un gruesa columna de llamas y humo que escapó por el techo del edificio y provocó un gran desconcierto. Huyeron cuando se percataron de que se trataba de un incendio y del peligro de permanecer cerca de las llamas y gritaron la voz de alarma mientras corrían. Tras unos largos minutos de desorden y perturbación en las calles aledañas, se montó una cadena humana desde el río hasta la fábrica para transportar baldes de agua a la que se iban sumando otros trabajadores y hombres locales. También se ayudaron de una fuente cercana a la parte sur del edificio, pero la falta de bombas de agua y el retraso de la llegada del equipo de voluntarios demoró la efectividad del esfuerzo. La planta principal de la fábrica había prendido de inmediato, al igual que los barracones donde se almacenaba el algodón, y los afortunados que habían logrado salir a tiempo gritaban y rezaban por aquellos que habían quedado atrapados entre llamaradas y paredes desplomadas. Hubo un momento en que el fuego alcanzó el depósito de toneles de pintura, disolvente y otras sustancias volátiles y aquello se convirtió en un polvorín que obligó a los voluntarios y a quienes miraban a refugiarse de lo estallidos. El fuego salpicó a una pradera que propagó rápidamente las llamas y ahora amenazaba a unas casas cercanas. Muchas personas habían quedado sepultadas irremediablemente y otras, que permanecían en un barracón construido de ladrillos y cuya salida se había visto bloqueada por un desplome, sufrían una agónica espera mientras suplicaban que los voluntarios llegaran a tiempo. Tras unos minutos que parecieron horas, por fin ellos mismos lograron abrir un boquete desde dentro y pudieron salvarse casi una veintena, aunque mostraron signos de intoxicación y quemaduras en distintas partes del cuerpo.


La fábrica siniestrada era la del señor Hughes y pronto empezaron a correr rumores de distinta índole sobre el origen del fuego. Unos señalaban al sindicato, molesto por los sucesivos despidos y bajadas de sueldo; otros, a algún antiguo trabajador aislado que se había tomado la justicia por su mano; los había que señalaban al propio señor Hughes, que tenía el telar asegurado por una póliza de suculenta cantidad y todos sabían que andaban malos tiempos para su negocio. Las sospechas iban y venían como un viento que ahora azota estas ramas y luego estas otras y combina la quietud con la sensación de fatalidad ante un regreso inminente. Tocaron al señor Carter, el dueño del otro telar, que con la destrucción de la competencia se adjudicaba nuevos compradores, pero en las ráfagas de aire acusador también se oyó el nombre de Doyle, ya que parecía ser que su pasado era turbio y ya había estado implicado en circunstancias similares sin que nunca hubiera habido pruebas determinantes contra su persona.
Fuera quien fuera, si alguien había provocado ese incendio con todos los operarios dentro, había cometido el más atroz de los crímenes. Sarah lo escuchaba todo sin saber qué pensar.

sábado, 19 de julio de 2014

Beethoven

   ¡Os dejo el enlace de la pieza que ejectua Susan Lorrimer en Hillock Park. ¡Espero que os guste!


   https://www.youtube.com/watch?v=ZYdv5jk09XQ

martes, 15 de julio de 2014

¡Primera entrevista!

Entrevista que me han realizado en Mis Libros Preferidos. Solo una cosa: donde pone "de manos inglesas a manos británicas" tuve un lapsus, debería poner "de manos inglesas a manos españolas". 


 http://mislibrospreferidos.com/entrevistas/leer/184.jane-kelder

domingo, 13 de julio de 2014

Epílogo de Hillock Park.



            EPÍLOGO DE HILLOCK PARK, DEDICADO A LAS LOCAS ( y libros de Romántica) SIN MORDAZAS, EN ESPECIAL A LIV MIEL.

Esa sensación venturosa se mezclaba con un titubeante pudor. Sarah notaba cierta contradicción al sentir vergüenza y no tener de qué sentirse avergonzada, pero lo cierto es que no se atrevía a enfrentar su mirada. Los segundos avanzaban más lentos que la respiración que trataba de retener. Cuando notó la cercanía de él, aún miraba hacia el suelo y, mientras temblaba, vio casi sin querer cómo él extendía la mano y la dirigía lentamente hacia su mentón. Doyle la mantuvo así unos instantes, rozándola apenas, sin tratar de levantarle la cabeza, y luego, despacio y con una suavidad que la hizo estremecer, dejó deslizar sus dedos hasta dejarlos cerca de uno de los lóbulos de sus orejas. Ella también alzó su mano y agarró la de él y, todavía sin mirarlo, se la apretó. Sintió una seguridad tremenda cuando notó que Doyle también se la estrechaba y poco a poco fue levantando la mirada hasta posarla en aquella otra que la reclamaba.
            No reconoció su expresión. En sus ojos había un brillo infantil que nunca le había visto y, a la vez que lo mostraban de un modo más tierno, no lograban restarle el aspecto varonil tan especial que le despertaba tantas inquietudes.
            -Sarah –repitió él-. Había perdido la esperanza…
            Luego él colocó su cabeza al lado de la de ella, al tiempo que la acercaba hacia sí, y permanecieron así casi un minuto, con las mejillas pegadas y perdidos uno en el aroma del otro y con miedo a romper esa sensación. Ninguno quería moverse. Pero la naturaleza no entiende de miedos y al poco los labios ya estaban casi juntos hasta que llegó un momento en que la boca de Doyle atrapó la de Sarah, primero como en un suave mordisco de posesión que enseguida se fue convirtiendo en un beso en el que se buscaron el alma.
            Pasó un rato antes de que él se atreviera a romper el silencio.
            -Ya conozco el sabor de la felicidad.
            Ella le regaló una sonrisa, pero luego bajó los ojos de nuevo y dijo en voz baja:
            -Lamento mucho haber pensado mal de usted. ¡Cuánta razón tenía sobre lo limitada que era mi vida! Y mi capacidad de ver, debió añadir –comentó ella enfadada consigo misma-. Aunque hubiera deseado imaginar una persona tan comprometida, tan leal a sus propios principios, mi imagen no hubiese sido tan perfecta como la que le he ido descubriendo.
            -¿Perfecta? ¡Sí! ¡Tan perfecta que me dejé cegar por los celos y pensé lo peor de usted! Llegué a creerla amante de Friedman… Me he comportado como un imbécil, ¿podrá perdonarme?
            -¿De Friedman? –se extrañó ella.
            -En una ocasión la vi entrar en casa de él y, cuando salió, yo también entré y, ya no recuerdo cómo, vi esa carta, esa maldita carta de amor que estaba firmada por las iniciales de su prima ¡Pensé que era de usted!
            -¡Oh! Ahora entiendo su conducta hacia mí…
            -Sí, mi injusta e irracional conducta. Habrá pensado que estaba motivada en el despecho…
            -Habremos pensado ambos muchas cosas que, por fortuna, ya no tienen efecto en nosotros.
            -Hay algo que ha salido de su boca que ya no puede perder su efecto…
            -No quisiera que ninguna ofensa pudiera dejar huella. ¿Qué dije? ¿Puede rectificarse?
            -Esto –respondió él al tiempo que volvía a besarla.
            Esta vez las vacilaciones del primer beso estuvieron ausentes y ella se atrevió a rodearle el cuello con los brazos y a participar con la misma devoción. Una pasión desconocida se le despertó a la vez que una sensación de plenitud en la que se quería perder… y se perdió a base de besos y sonrisas transparentes o miradas cegadas en la veneración del instante.
            -Aún no te he oído pronunciar mi nombre –dijo él cuando el reloj pasaba de las once y media.
-John…
-Casi bien.
-¿Casi bien? ¡John! –repitió ella de forma más enérgica.
-Falta algo.
-¿Qué?
-“John, acepto ser tu esposa”.
-¡Ah! ¿Así que eres un terco? –lo reprendió-. De acuerdo: John, si aún no has retirado tu oferta, tal vez, y solo tal vez, después de otro beso, me plantee aceptarla.
-¿Otro beso? –preguntó el doctor Fischer, que acababa de entrar en la futura escuela en busca de su amigo- ¿Esa es forma de trabajar?

viernes, 11 de julio de 2014

Agradecimiento

        ¡Buenos días, mundo! Ya van apareciendo las primeras opiniones sobre Hillock Park en internet. Celebro que esté gustando. Y, sobre todo,me encanta que la desmarquen de la narrativa romántica actual y la vinculen con la decimonónica. Era mi intención.
        En algún caso los comentarios destacan que no haya escenas de sexo, ni eróticas y alaban la sutilidad de la sugerencia frente al mostrar. En otras hablan de la contextualización y cómo se ha logrado plasmar la atmósfera de la época, incluso varias personas han usado el adjetivo costumbrista.  
        Tal vez la portada y la colección en que se incluye la obra, o tal vez la moda actual, hayan hecho que las expectativas de lectura, en algún caso, fueran otras. No ha sido mi intención engañar. En el booktráiler no aparecen insinuaciones de que pueda ser una novela a la moda, al contario, la elección de cuadros del siglo XIX y de la música de Mendelssohn han procurardo crear un clima de presentación de lo que se puede encontrar.
        Agradecida por las comparaciones con Jane Austen y Elizabeth Gaskell, estaré también encantada de conocer nuevas opiniones. Y, por supuesto, las críticas negativas serán bienvenidas porque de ellas se puede aprender mucho.
         ¡Un abrazo y animaos a opinar!