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sábado, 15 de noviembre de 2014

Mary Wollstonecrafft





En el propósito de continuar dedicando entradas a los libros y autores que se mencionan en Hillock Park, hoy toca el turno a Mary Wollstonecrafft (1759-1797). Aunque no alude a ninguna obra concreta, la señorita Donaldson habla de ella a Sarah Larson y lo hace con vehemencia y admiración.







       Conocida también por ser la esposa del pensador ilustrado y cercano al anarquismo William Godwim y la madre de Mary Shelley, en cuyo parto Wollstonecrafft se infectó la placenta y falleció días después, es autora de una obra variada (tratados sobre la educación, novelas, cartas de viajes y ensayo, etc) entre la que destaca la ideológica Vindicación de los derechos de la mujer. En ella, culpa a la educación que el sexo femenino recibe de condenar a la mujer a un papel de debilidad. 





 

        En esta obra critica a autores como Burke y Rousseau, que representaban una Ilustración preocupada solamente por la educación del varón y relegaba el papel de la mujer al adorno doméstico. La razón estaba privada para ella, en cambio se la veía como ejemplo del sentimentalismo. Wollstonecrafft considera que, si esto es así, no se debe a la naturaleza femenina, sino a la educación que recibe. Por eso, exige un plan educacional específico en el cual todos los niños, de cualquier sexo, puedan aprender racionalmente en un internado nacional y completar su educación en los valores del hogar. La ideología de Wollstonecrafft, denostada por las feministas en un momento y recuperada después, no se introduce en reivindicaciones políticas, no es una pionera del sufragismo. Tampoco busca tanto la igualdad entre hombres y mujeres como la igualdad entre seres humanos, a fin de que cada uno pueda cultivar su propia individualidad.









     Ahora bien, es cierto que Wollfstonecrafft considera que, aunque ricos y pobres deben compartir un mismo modelo educativo durante los primeros nueve años, también aboga por que después puedan ser separados y enseñados en escuelas distintas. Sin embargo, a pesar de posibles anclajes a la cosmovisión de la época (inevitables en cualquier ser humano), sí debemos reconocer su valentía, tanto en su vida como en sus escritos, pues tuvo que acarrear las consecuencias de ser un ejemplo y una voz diferentes.



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