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lunes, 11 de abril de 2016

Sobre la novela blanca.



            Escribo esta entrada a sugerencia de una amiga, aunque antes debo confesar que soy anti clasificaciones, etiquetas, géneros y subgéneros en general, pero sobre todo literarios. Cuando definimos, hacemos eso, poner límites, fronteras y creo que la Literatura tiende a rebasarlos y escapar de ellos. Recomiendo la lectura de Palimpsestos, de Gérard Genette, donde hace un repaso de todas las clasificaciones a lo largo de la historia de la Teoría de la Literatura, a ver si se salva alguna.



            La primera vez que escuché el término “novela blanca” fue hace un año y medio, en una cena que hicimos las del grupo de facebook “Romántica Adulta Illes Balears”, que organizó Paula Rosselló Frau. Allí me dijeron que se considera novela blanca a aquellas novelas románticas (que ya en sí es una subclasificación cuestionable y cuestionada) en las que no había escenas de sexo explícito. Eso ocurre en las mías, y ahora debo confesar que, cuando comencé a escribir esto que se supone que es novela romántica, yo jamás había leído ninguna de las que se engloban en este subgénero, a no ser las novelas del siglo XIX, que ahora parecen estar a caballo entre su estilo y la novela romántica (ya me he puesto las pilas con la actual). 



            Por tanto, no tenía ni idea de que en la actualidad las novelas románticas incluyeran escenas de sexo explícito y pensaba que eso era cuestión de las eróticas. Pero hete aquí que veo, leyendo a expertos en el tema, que existe la romántica (que suele tener escenas de sexo explícito, aunque no es obligatorio), la romántica erótica (en la que abundan estas escenas, aunque insertadas en una historia de amor) y la erótica (donde hay sexo sin amor). También noto que todo el mundo distingue la pornográfica de la erótica, sin que se marque el límite o se ponga ningún ejemplo de ello, cuando precisamente la definición de pornografía es la de explicitar este tipo de escenas, aunque se le añade el matiz de “con el fin de producir excitación”. Bien, de nuevo, vemos que las fronteras se diluyen, porque la RAE también define, en una de sus entradas, el adjetivo ‘erótico’ como “aquello que excita el placer sexual”, aunque cuando se refiere a una obra literaria, matiza “que tratan del amor sensual o el deseo amoroso”. En fin, en este último caso podríamos englobar La Regenta, donde no hay ninguna escena de sexo explícito (eso sí, hay una elipsis preciosa del primer encuentro entre Ana Ozores y Álvaro Mesía), sin embargo, hoy sería etiquetada de novela blanca.



            Así que, entre las dudas que producen estas clasificaciones, al menos quiero destacar que una novela en la que no hay escenas de sexo explícito no implica que no las haya, aunque estén elididas. También pueden ser contadas de forma metafórica, como en el caso del primer encuentro sexual entre Leonor y Patrick en La playa del irlandés, de Elena Bargues. Pero, sobre todo, una novela blanca no tiene por qué estar exenta de erotismo, es decir, de deseo y sensualidad. Nunca he pensado que Orgullo y prejuicio, novela costumbrista, romántica-blanca o como la quieran catalogar, carezca de tensión sexual. Particularmente, y eso no va en detrimento de otras opciones, sino que solo apela a mi gusto personal, prefiero que la tensión sexual recaiga en los diálogos, miradas, gestos, incluso ausencias o silencios que en escenas explícitas. Ahora bien, cada novela tiene sus propias reglas y, aparte de la verosimilitud, que es una exigencia que afecta a todas, hay historias que piden mayor detalle, aunque ni siquiera pertenezcan a una novela romántica. Una escena de sexo explícito puede hablar de la personalidad de un personaje de novela negra, aunque en este caso, es de suponer, que la idea no es excitar al lector, sino la de mostrar unos rasgos de su carácter. Y en novela negra no encuentro diferencias sobre novelas negras blancas o no blancas, como tampoco en otros subgéneros.




            De todas formas, si el concepto de novela blanca solo se aplicara a la romántica para designar aquellas que no tienen escenas de sexo explícito, parecería fácil delimitarla, pero ni siquiera es así. A mí no me queda claro si una novela en la que hay toqueteos impúdicos, es decir, carentes del recato exigido, es una novela blanca o no. Y aquí entrarían las dudas en si el límite sería la penetración o el orgasmo. O bien, como he leído en algún caso en el que no se ha descrito la escena sexual en su momento, posteriormente se ha aludido a ella en recuerdos o conversaciones, dando ahora sí algún detalle de lo que sucedió.      





En fin, en lo que a mí respecta, el reto está en crear esa tensión sexual, ese deseo de que la pareja protagonista concluya con un final feliz sin que haya ninguna escena de sexo entre ellos, tanto si está explicitada como si no, aunque es cierto que a veces incluyo algún beso robado. Y, como ese es mi gusto, echo de menos que haya más “novelas blancas” en el mercado, porque creo que igual que hay un público que demanda las escenas explícitas, también lo hay que prefiere libros sin ellas (del mismo modo que hay lectores que quieren leer historias de vampiros y, otros, que no). Es cierto que alguna se encuentra, pero son muy pocas si lo comparamos con las que sí incluyen estas escenas. Y no es cuestión de puritanismo (al igual que preferir lo erótico no te convierte en ansioso sexual), sino que se trata de inclinaciones literarias.          En resumen, que añoro la sutilidad. ¿Alguien comparte esta añoranza?