Escribo esta entrada a sugerencia de
una amiga, aunque antes debo confesar que soy anti clasificaciones, etiquetas,
géneros y subgéneros en general, pero sobre todo literarios. Cuando definimos,
hacemos eso, poner límites, fronteras y creo que la Literatura tiende a
rebasarlos y escapar de ellos. Recomiendo la lectura de Palimpsestos, de Gérard Genette, donde hace un repaso
de todas las clasificaciones a lo largo de la historia de la Teoría de la
Literatura, a ver si se salva alguna.
La primera vez que escuché el
término “novela blanca” fue hace un año y medio, en una cena que hicimos las
del grupo de facebook “Romántica Adulta Illes Balears”, que organizó Paula
Rosselló Frau. Allí me dijeron que se considera novela blanca a aquellas
novelas románticas (que ya en sí es una subclasificación cuestionable y
cuestionada) en las que no había escenas de sexo explícito. Eso ocurre en las
mías, y ahora debo confesar que, cuando comencé a escribir esto que se supone
que es novela romántica, yo jamás había leído ninguna de las que se engloban en
este subgénero, a no ser las novelas del siglo XIX, que ahora parecen estar a caballo
entre su estilo y la novela romántica (ya me he puesto las pilas con la actual).
Por tanto, no tenía ni idea de que
en la actualidad las novelas románticas incluyeran escenas de sexo explícito y
pensaba que eso era cuestión de las eróticas. Pero hete aquí que veo, leyendo a
expertos en el tema, que existe la
romántica (que suele tener escenas de sexo explícito, aunque no es obligatorio),
la romántica erótica (en la que abundan estas escenas, aunque insertadas en una
historia de amor) y la erótica (donde hay sexo sin amor). También noto que todo
el mundo distingue la pornográfica de la erótica, sin que se marque el límite o
se ponga ningún ejemplo de ello, cuando precisamente la definición de
pornografía es la de explicitar este tipo de escenas, aunque se le añade el
matiz de “con el fin de producir excitación”. Bien, de nuevo, vemos que las
fronteras se diluyen, porque la RAE también define, en una de sus entradas, el
adjetivo ‘erótico’ como “aquello que excita el placer sexual”, aunque cuando se
refiere a una obra literaria, matiza “que tratan del amor sensual o el deseo
amoroso”. En fin, en este último caso podríamos englobar La Regenta, donde no hay ninguna escena de sexo explícito (eso sí,
hay una elipsis preciosa del primer encuentro entre Ana Ozores y Álvaro Mesía),
sin embargo, hoy sería etiquetada de novela blanca.
Así que, entre las dudas que
producen estas clasificaciones, al menos quiero destacar que una novela en la
que no hay escenas de sexo explícito no implica que no las haya, aunque estén
elididas. También pueden ser contadas de forma metafórica, como en el caso del
primer encuentro sexual entre Leonor y Patrick en La playa del irlandés, de Elena Bargues. Pero, sobre todo, una
novela blanca no tiene por qué estar exenta de erotismo, es decir, de deseo y
sensualidad. Nunca he pensado que Orgullo
y prejuicio, novela costumbrista, romántica-blanca o como la quieran
catalogar, carezca de tensión sexual. Particularmente, y eso no va en
detrimento de otras opciones, sino que solo apela a mi gusto personal, prefiero
que la tensión sexual recaiga en los diálogos, miradas, gestos, incluso
ausencias o silencios que en escenas explícitas. Ahora bien, cada novela tiene
sus propias reglas y, aparte de la verosimilitud, que es una exigencia que
afecta a todas, hay historias que piden mayor detalle, aunque ni siquiera
pertenezcan a una novela romántica. Una escena de sexo explícito puede hablar
de la personalidad de un personaje de novela negra, aunque en este caso, es de
suponer, que la idea no es excitar al lector, sino la de mostrar unos rasgos de
su carácter. Y en novela negra no encuentro diferencias sobre novelas negras
blancas o no blancas, como tampoco en otros subgéneros.
De todas formas, si el concepto de
novela blanca solo se aplicara a la romántica para designar aquellas que no
tienen escenas de sexo explícito, parecería fácil delimitarla, pero ni siquiera
es así. A mí no me queda claro si una novela en la que hay toqueteos impúdicos,
es decir, carentes del recato exigido, es una novela blanca o no. Y aquí
entrarían las dudas en si el límite sería la penetración o el orgasmo. O bien,
como he leído en algún caso en el que no se ha descrito la escena sexual en su
momento, posteriormente se ha aludido a ella en recuerdos o conversaciones,
dando ahora sí algún detalle de lo que sucedió.
En
fin, en lo que a mí respecta, el reto está en crear esa tensión sexual, ese
deseo de que la pareja protagonista concluya con un final feliz sin que haya
ninguna escena de sexo entre ellos, tanto si está explicitada como si no,
aunque es cierto que a veces incluyo algún beso robado. Y, como ese es mi
gusto, echo de menos que haya más “novelas blancas” en el mercado, porque creo
que igual que hay un público que demanda las escenas explícitas, también lo hay
que prefiere libros sin ellas (del mismo modo que hay lectores que quieren leer
historias de vampiros y, otros, que no). Es cierto que alguna se encuentra,
pero son muy pocas si lo comparamos con las que sí incluyen estas escenas. Y no
es cuestión de puritanismo (al igual que preferir lo erótico no te convierte en
ansioso sexual), sino que se trata de inclinaciones literarias. En resumen, que añoro la sutilidad. ¿Alguien
comparte esta añoranza?