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domingo, 7 de mayo de 2017

Saint-Saëns en Las Palmas.








En la novela El Puerto de La Luz, se menciona una de las anécdotas de la vida de Saint-Saëns en Las Palmas de Gran Canaria y es que su estancia en la Isla dio juego para mucho.

En 1899, estaba a punto de estrenarse en París la ópera Ascanio, de Camille Saint-Säens y, el compositor, agobiado por la fama en un momento difícil de su vida, huyó sin previo aviso a Gran Canaria, lugar en el que se presentó como comisionista y pasó varios meses bajo el falso nombre de Charles Sannois. Allí estableció amistad con personas destacadas en la cultura canaria, acudía a los  ensayos de la temporada de conciertos en el teatro Tirso de Molina e, incluso, en una ocasión se atrevió a suplir a un timbalero en un ensayo al que este no se había presentando, dejando a todos boquiabiertos por su seguridad y precisión. Aunque todos supieron enseguida que era un entendido en música, no solo por su conversación sino porque era capaz de transportar de tono a primera vista cualquier acompañamiento de piano cuando, de manera informal, se prestaba a ello en las tertulias del Gabinete Literario, no sospechaban su verdadera identidad. En otra ocasión, quiso suplir la voz de Monterone en el Rigoletto, por haber fallado el bajo que había de desempeñarlo en un ensayo, y no lo dejaron. Finalmente, fue tanta la bulla desaprobatoria y los aspavientos que hizo en una función de ópera desde su butaca de segunda fila de patio, que en un momento dado Valle paró la orquesta, se volvió hacia el francés y le señaló la puerta para que se callara o se marchase. Mientras el "comisionista" se retiraba, el director de la Filarmónica recibió una ovación aprobatoria del público. 

Pero como en Francia estaban preocupados por su desaparición, su retrato se propagó en distintos periódicos y fue inevitable que uno de ellos llegara a la Isla y, el 8 de abril de 1890, en el Teatro Cairasco fue descubierta su identidad. Apabullado nuevamente por los agasajos y, por qué no decirlo, viendo menos divertida ahora su situación, Saint-Saëns regresó inmediatamente a Francia. 




Sin embargo, la Isla ya había entrado en él y el compositor regresaría en seis ocasiones más a Gran Canaria.
La integración de Camille Sain-Saëns en la vida social y cultural de Las Palmas de Gran Canaria es total, algo que quedó de relieve en sus siete viajes a la ciudad en cada uno de los cuales estrenó sus piezas para piano como el Vals Canariote, dedicada a Candelaria Navarro, joven pianista que había interpretado la Danza Macabra sin saber que el autor se encontraba entre su público. También compuso Campanas de Las Palmas, en esta ocasión dedicada a Fermina Enríquez, inauguró el órgano de los claretianos, tocó el órgano de la Catedral, estrenó su Sonata de violín y piano, acompañando al gran violinista grancanario José de Avellaneda; realizó varios conciertos a beneficio del Hospital de San José y de la Filarmónica, donde se hizo acreedor al reconocimiento de la entidad y que le nombró Presidente de Honor.






También trabó amistad con Agustín Millares y sus hijos, Luis y Agustín, a los que regaló, de su puño y letra, una poesía titulada “La Statue”. También fue destacable su relación con el obispo Fray José Cueto de la Maza, con quien colaboró en obras benéficas; le dedicó un “Himno a Santa Teresa”, hoy conservado en el archivo de la Catedral de Canarias, y le asesoró en la compra del órgano de la iglesia parroquial de Santa María de Guía, que él mismo estrenó con un concierto ofrecido el 14 de enero de 1900, en el que, según crónica del periodista Francisco González Díaz, “el órgano tronaba, cantaba sobre Guía entera estremecida y las ráfagas de la tormenta sonora hacía doblar las cabezas, como se doblan las espigas al viento”. En Guía pasaba temporadas que tanto le apetecían en la casa que tenía en la entrada de la ciudad norteña su amigo y compatriota el comerciante Juan Ladeveze y Redonnet, la afamada ‘Villa Melpomene’, que aún hoy se conserva, y donde trabajó en su ópera ‘Dejanaire’. Entre sus amistades estuvieron las principales familias de la Isla que lo acogieron y atendieron siempre, como Alejandro Hidalgo Romero, que lo acompañó en excursiones a Tejeda y Tirajana; Diego Mesa de León, que le recibió en su casa en El Monte Lentiscal, y varios socios de la Sociedad Filarmónica que le obsequiaron con una excursión a Bandama, acompañado, entre otros muchos, por Luis Valle, Rafael L. Avellaneda, Eduardo Benítez Inglott o Manuel de la Torre. También gustaba disfrutar de la playa de La Laja, en una de cuyas casas tenía, por aquel entonces, un improvisado estudio el afamado pintor catalán Eliseo Maifrén Roig, donde compartió comidas, tertulias y guitarreos con Néstor Doreste y Miguel Padilla.




En 1900 fue nombrado Hijo Adoptivo de la Las Palmas. 

Saint-Saëns no abandonaría definitivamente la Isla hasta el 3 de marzo de 1909. Lo cierto es que, con su verdadero nombre, no lo dejaban tranquilo. Los homenajes y nombramientos eran continuos y él prefería los días que había vivido bajo en anonimato de su primera visita, su pequeña travesura, algo que, como él, ya no regresaría.

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